La gobernación de Puerto Rico durante el siglo
XIX se asumió bajo el sistema de Capitanías Generales que caracterizaba al
modelo de administración colonial española. Bajo este sistema, un funcionario
español, casi siempre con experiencia militar, era nombrado al puesto de
Capitán General por el Gobierno español; con el nombramiento, venía la
autoridad absoluta para regir sobre un correspondiente territorio colonial,
superado en poder solamente por el Estado propio en España. El próximo extracto
del libro Historia del Grito de Lares
(1972) caracteriza a los Capitanes Generales que fungieron como gobernadores de
Puerto Rico durante ese período.
"... [D]e 1808 a 1868, Puerto Rico ha de
ser gobernado por 24 diferentes gobernadores españoles. La característica principal
de los gobernadores es que casi todos habrán de ser militares y estarán
vinculados a la tendencia conservadora que en la isla representan la burocracia
civil y la estructura militar, ´los grandes almacenistas y comerciantes
generalmente españoles, que tenían el dominio de las relaciones con los
exportadores de la Península y los medios para la refacción y compra de la
producción insular; sus agentes y relacionados, y algunos terratenientes y profesionales,
que juntamente con aquellos, formaban el elemento demográfico de mayor
importancia económica de la colonia´".
Según lo expresa el extracto anterior, el
conservadurismo como tendencia política en el Puerto Rico del siglo XIX tenía a
la mayoría de sus adherentes en la milicia, la burocracia, los terratenientes y
los españoles radicados en la Isla. El liberalismo de esta época, por el otro
lado, está compuesto principalmente de "los profesionales, ganaderos,
industriales y comerciantes nativos"(Silen, J.A.), la clase media y la
clase baja.
Ya para comienzos del siglo XIX, los jornaleros
constituyen el sector demográfico más numeroso en Puerto Rico. Esta composición
poblacional coincide con un incremento significativo en la actividad agrícola
de la Isla, particularmente en el cultivo del azúcar, el tabaco y el café. La
industria ganadera también aumento su producción de carnes de alta calidad exportadas
a islas adyacentes (Silen). Esta expansión económica requirió de mano de obra
que la impulsara y con este motivo el Gobierno español emitió, en 1815, la
Cédula de Gracias.
Fig. X - Mapa de Puerto Rico mostrando la distribución de terrenos de cultivo (trad.) [****] |
La Cédula de Gracias "abrió el país a la
inmigración de todo aquel extranjero católico que quisiera establecerse. Estos
podían traer sus esclavos y otras pertenencias personales. Se les ofrecían
tierras, libres de todo costo, para que las cultivasen." Esta apertura fue
aprovechada por una oleada migratoria que duró hasta finales de la tercera década
del siglo y trajo a la isla "familias procedentes de España, de las islas
Baleares, islas Canarias, Venezuela, Santo Domingo y Luisiana".
Según Silen, la Cédula de Gracia tiene el
objetivo primario de aislar a Puerto Rico del "fermento
revolucionario". La intención era preservar la lealtad de la población
utilizando la emigración de colonos blancos, "a los que se les concedía
tierra gratis y se les eximía del pago de impuestos personales por un plazo de
diez años".
Tomando en cuenta las afinidades políticas de
los gobernantes y funcionarios discutidas anteriormente, no es de extrañar que
el gobierno de la isla contara con el apoyo de los comerciantes y los grandes
hacendados que constituían el núcleo de la clase conservadora. En adición a
esto, el gobierno español "impone un sistema de impuestos que restringe la
producción insular y le permite al español mantener una política de
exclusivismo comercial del cual se benefician las clases comerciales que
monopolizan el comercio y los grandes estancieros".
Fig. X - Molino de caña [c. 1890] |
A consecuencia de este sistema exclusivista,
España ejerce un control casi absoluto sobre el comercio en la Isla. En
adición, la Península mantiene un déficit comercial en Puerto Rico, de tal
forma que este último importa valores de mercancía mucho mayores a los que
exporta. En las palabras de Silen: “España nos llevaba más dinero del que nos
dejaba”. Consecuentemente, el sector liberal se encontraba en constante lucha
contra los altos aranceles, proponiendo como alternativa el libre comercio.
Los jornaleros estaban entre los sectores más
perjudicados por el sistema socioeconómico de la época. Trabajaban “de sol a
sol” por una mísera paga mantenida así por la utilización de trabajo esclavo
como “instrumento regulador” de los salarios. Tenían una dieta pésima y
carecían de buena ropa y zapatos. El siguiente pasaje del libro de Silen da
ejemplo de los ultrajes de España sobre la población jornalera.
“El gobierno español en todo momento trató de
controlar el trabajo libre. Bajo la gobernación de don Miguel López de Baños,
se pone a los jornaleros en la obligación de trabajar en la reparación de los
caminos, medida que solo beneficiaba a los terratenientes, propietarios y
comerciantes por ser ellos los que obtenían un beneficio económico de las vías
de comunicación para su tráfico e intercambio comercial. A la misma vez esta
situación beneficiaba a las burocracias municipales al poner a su disposición
la mano de obra del jornalero, gratis”.
Fig X - San Juan, Puerto Rico, a finales del siglo XIX |
En 1838, el elemento separatista intentaba un
golpe de estado. Este golpe incluía la cooperación de las guarniciones del
Castillo de San Cristóbal y de la guardia de La Fortaleza; esta última estaba
encargada de abrir las puertas a los revolucionarios. El grueso de las fuerzas
revolucionarias marcharía desde una hacienda en las cercanías de Carolina
perteneciente a los hermanos Andrés y Juan Vizcarrondo, quienes lideraban el
contingente.
Sin embargo, la conspiración fue descubierta.
Varios oficiales envueltos fueron arrestados y luego ejecutados. Otros fueron
desterrados. Andrés y Juan Vizcarrondo se vieron obligados a fugarse hacia
Venezuela. El año 1838 cierra con una derrota para el movimiento separatista.
Después del golpe de estado fallido, el
gobierno insular tomó medidas para evitar la propagación de “doctrinas subversivas”.
El general Méndez Vigo solicitó refuerzos militares a Madrid, impuso la censura
sobre la propaganda escrita, “congeló” los derechos individuales y ordenó a los
alcaldes a compilar listas de los extranjeros residentes en sus jurisdicciones.
Fig. X - Juan de la Pezuela y Ceballos |
El
transcurso de las primeras décadas del siglo XIX fue acompañado por un incremento
significativo en la población jornalera de Puerto Rico. El gobierno del general
Juan de la Pezuela, ansioso de preservar su control y evitar el surgimiento de
nuevas luchas de independencia, estableció un Reglamento para controlar las actividades de los jornaleros.
Referencias
Cruz Monclova, L.
(1968). El Grito de Lares. San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura
Puertorriqueña.
Frambes-Buxeda, A.,
Rosado, M., & Arocho Velazquez, S. (2005). Arte y carteles
puertorriqueños sobre el Grito de Lares. San Juan, Puerto Rico: Universidad
Interamericana de Puerto Rico.
Geigel Polanco, V.
(1976). El Grito de Lares: gesta de heroismo y sacrificio. Rio Piedras,
Puerto Rico: Antillana.
Silen, J. A.
(1972). Historia del Grito de Lares. Rio Piedras, Puerto Rico: Ediciones
Kikiriki.
Wagenheim, O.
(1992). El Grito de Lares: sus causas y sus hombres. Rio Piedras, Puerto
Rico: Ediciones Huracan.